ACOMPAÑADOS PERO SOLOS

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Andamos todos con la cabeza gacha, mirando esa pantalla que nos abstrae de lo real, que creemos nos conecta con el resto del mundo. Tal vez sea así, pero un “me gusta” no se asimila a una caricia amorosamente emitida, a los rayos del sol manifestándose con su esplendor apenas comienza el día. Son esos detalles con los que nos desencontramos constantemente, cada uno en su propio mundo sin disfrutar de la belleza que nos rodea. Yo me pregunto el por qué de esto y lo encuentro en mi creencia de que el uso y abuso de esa pequeña pantalla nos hace sentir acompañados, no por el aparato físico sino por la creencia de que traspasando al mismo hay algún otro que está presente, que hay alguien más allá de todo, que no estamos solos. Y esa es la cuestión, no cualquiera acepta la soledad debido a su mala fama. ¿Qué habrá hecho ella para merecer semejante castigo? Condena simbólica que impuso el propio hombre, reservorio de las más dulces penas y los más amargos besos, depositario y creador de recuerdos y de fragmentos de su historia. Concebido en algún momento como una tabula rasa y hoy entendido como el autor de su propia historia, de su propio rodeo, de sus más puras simplezas y más diversas moralejas. Es ese mismo hombre el que le dio dicha identidad a la soledad, cuando en realidad fue por ella que creó las obras más maravillosas, los libros más esplendorosos, la música más sublime y así permitió entender a la vida como una constante dicha digna de ser vivida.

 

Por AGUSTINA FERRAGUTTI