COCINO: En la cocina CREO, de creer y de crear.

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Son recetas sencillas, nobles, atesoradas como joyas, compartidas con cariño. Son formas de decir «te quiero, los quiero». Amo en un día como hoy homenajear a mi familia, que vengan a husmear con entusiasmo a la cocina, que roben fideos crudos como si fueran golosinas.

Como me enseñó mi madre, a quien me pregunte le cuento e incluyo mis secretitos. Deseo de corazón que les salga más que bien y deleiten a los suyos.

Me gusta lograr el milagro del pan, de lo amasado horas antes, perfumando los rincones con la simpleza de lo “fatto in casa”.

Cocino para mi pequeño ejército propio e incluyo a mis angelotes caninos, les separo una porción sin condimentos que les hagan mal a sus pancitas.

La mesa del domingo es infancia, es memoria, es comunión, es charla, es trabajar para los recuerdos del futuro. Es la música linda que me pone Mariana, la copa de vino que me sirve Tolosa, los chistes con los que matiza Facundo y sus exclamaciones de satisfacción. Es tener dos pares de ojos fijos a la altura de las rodillas y la atención para atajar con la boca aquello que cae … «al descuido».

Tranquila, a las apuradas, con buen ánimo, con humor de perros (nunca entendí el por qué de esta expresión)… cocino.

Respeto procedimientos, improviso, saco, agrego y me siento alquimista. Cada tanto, sale un plato memorable que justifica el esfuerzo, que no lo es, de verdad, no miento.

Cocino como antes lo hizo mi madre, mi abuela, ahora mi hija, qué placer.

Es una interminable cadena alrededor del fuego, es una bendición.

Muchas mujeres, con orgullo, cansadas o frescas como una lechuga, lo hacemos. No es, como me dijeron una vez «solamente tener el tiempo». Vaya si no lo es.

En la cocina CREO de creer y también de crear.

Cocino, lloro, río, amo, sufro, disfruto. Vivo.

 

 

Por MARÍA ROSA INFANTE