UNA NACIÓN DENTRO DE LA REPÚBLICA

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Cuando en mil quinientos treinta y seis  Pedro de Mendoza desembarca con sus hombres en lo  que hoy es la ciudad de Buenos Aires, llamándola:  “Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire” , me viene a la imaginación una conversación sin compromisos religiosos, en la que Dios le niega al adelantado, el asentamiento permanente en ese lugar.

Seguramente, ante tal imposición, el español debe haberle requerido:

– Entonces… ¿adónde?

-¡Lejos…lejos de aquí… sobre la costa, pero muy lejos! Aquí, habrá otra- agregó el Creador- pero  menos  importante.

Tierra riquísima; agua clara y abundante; buenos pastos; excelente recibimiento; mujeres aborígenes para atenuar apetitos…en fin…¿para qué salir?  Estamos muy bien.

El jolgorio duró una quincena. Después…

Mendoza se enfermó; los indios se sublevaron, los yaguaretés y los pumas se desayunaron comiéndose los cuerpos de los españoles; el hambre terminó con el resto.

¿Castigo? No contesto. Nada me da para tanto. La tentación ganó. Hubo otro que la hizo.

De allí salieron las trágicas palabras: “El Pacífico para Chile; el Atlántico para los Argentinos. Yo estuve en Puerto Natale. Confieso que me sentí lastimado cuando supe que ese territorio era nuestro. Los pocos compatriotas que allí moraban después de las palabras lo echaron a patadas.

Los dueños de las pampas  codiciaron nuevas tierras. Nord este de la Pampa, este de Córdoba, Sur de Santa Fe, Sur de Entre Rios. Una nación más chica. Lo demás… gauchos sucios, indios rotosos. ¿Para qué lo queremos?

“El mal que aqueja a la Argentina es la extensión” –  Sarmiento.

Hace poco, un gobierno pretendió llevar la Capital a otro lugar; no le alcanzaron las agallas.

Claro, y ahora?

¿Ahora?…Los argentinos, los que somos del  interior, rodeando los doscientos setenta grados de un círculo de alambre, que abraza a la Capital Federal y a la Provincia de Buenos Aires, nos estamos desgranando mientras ellos se pelean.

Creo que se hace necesario un “boyerito».

 

Por ARMANDO ABEL CAVALIERI