AUNQUE SEAMOS DIFERENTES, TODOS SOMOS IGUALES

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Percibimos las miradas, pero no lo que ellas ven. Notamos las presencias pero no lo que ellas significan. Damos cuenta de las palabras que escuchamos pero no lo que ellas quieren en verdad transmitirnos. Todos miramos lo que cada uno quiere ver, todos nos disfrazamos constantemente con la máscara que nos impone la situación. Cada uno viste la ropa que elige ese día en el que el sol se asoma o la luna manifiesta su más pura blancura. Somos diferentes, somos distintos, somos singulares, somos lo mismo.

Tu forma de actuar, tu manera de sentir, tu discurso tan cotidiano, tu maquillaje no tan delineado, tu sonrisa no tan lisa, tu llanto no tan amargo e incontables sucesos que arrebatan el existir. Sin embargo en cada detalle es donde nos encontramos, porque en cada gesto emanado, en cada risa no emitida, en cada amanecer solitario o en bella compañía, en la mirada tierna de quien menos la esperas, nos hallamos y es ahí en donde no podemos diferenciarnos.

El roce de mi piel, el roce de la tuya. Los ojos color miel, los que son de color ocre y los que son negros como la noche. Algunos con pecas, otros con lunares, algunos con canas, otros sin ningún rastro de ellas. Personas con anteojos, sujetos que no los necesitan pero no alcanzan a ver lo que sucede a su lado. Almas perdidas, almas desencontradas, almas heridas, almas recuperadas, almas en vida.

Niños jugando a ser adultos, mayores creyendo ser infantes. Gente con arrugas queriendo borrar las marcas de la experiencia, y personas que no las poseen queriendo no tenerlas en ningún futuro posible. Están aquellos que no aceptan la realidad y aquellos otros que la crean.

Porque existen aquellos y aquellos otros, porque en este mundo existimos todos, porque aunque seamos diferentes, todos somos iguales. Porque tu existencia vale como la de nadie en la faz de la tierra, porque tu singularidad te caracteriza, sin embargo lo que nos hace iguales es lo que nos diferencia. En la igualdad está el encuentro pero en la diferencia está el más puro desencuentro. ¿Qué haríamos sin la existencia del punto de desunión? Nos unimos porque nos perdemos, nos igualamos porque nos diferenciamos, nos tememos por no encontrarnos y a fin de cuentas nos anhelamos para no separarnos.