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sábado, octubre 19, 2024
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«¿QUÉ SECRETO ESCONDE UN JUGUETE», por SILVIA TASSI

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¿QUÉ SECRETO ESCONDE UN JUGUETE?

El juego es la primera y la principal actividad por la que nos comunicamos con los demás, observamos y exploramos la realidad que nos rodea, establecemos relaciones con los objetos…

¿Por qué son tan necesarios para los niños?. ¿De dónde surge la necesidad por acunar una muñeca, dar patadas a una pelota o vivir aventuras intergalácticas moviendo un dispositivo digital manual?

El ser humano tiene la capacidad única para jugar, pero no exclusiva de nuestra especie, ni mucho menos. Numerosos animales lo practican, como las crías de delfines, que se divierten haciendo burbujas o  como tanta veces nos quedamos deleitados mirando algún cachorro juguetón.

Desde el punto de vista de la neurociencia, las actividades lúdicas fortalecen dos áreas de la masa gris: el cerebelo, y el lóbulo frontal. El juguete cumple un papel clave en esos procesos de maduración, pues sirve para que los niños más pequeños aprendan la relación causa-efecto –“si empujo el cochecito, se mueve”– y ejerciten el cálculo de probabilidades mediante el ensayo-error.

Un juguete es vehículo para desarrollar habilidades como la atención, la abstracción, la memoria, la representación, la simbolización o la resolución de problemas. Por eso, en todas las culturas y en todos los tiempos, los niños juegan con ellos.

Haciendo historia del origen del juguete, el hombre juega desde que es hombre y con ello se piensa que en las cavernas se utilizaron objetos para jugar: juguetes. “En Egipto se han encontrado en tumbas muchos juguetes como soldaditos de madera policromada, muñecas de trapo, trompos, sonajeros, caballitos (…) e incluso pelotas hechas con vejigas de ovejas o madera” los juguetes reflejaban la realidad de la época”.

Los juguetes son instrumentos para el desarrollo infantil y dan felicidad. Jugar es un derecho de la infancia. Desde muy pequeños, los niños y las niñas  deberían pasar mucho tiempo entre juguetes.

Por ello, la clasificación  elaborada hace décadas por Jean Piaget (1896-1980), influyente teórico suizo, existen tres modalidades de juguetes, acorde con la evolución mental de los infantes: hasta los dos años, sonajeros, espejos y muñecos musicales estimulan los sentidos y la motricidad; de dos a seis años, aparecen los disfraces, las cocinitas o los juegos de construcción, que promueven la memoria, el autocontrol y la imaginación; y a partir de los seis, los niños se someten a los reglamentos complejos de los deportes, juegos de mesa o actividades como la comba y la rayuela. Así se inician en el despiadado mundo de la competitividad humana.

Además, dada la importancia que los juguetes tienen en el desarrollo intelectual, se suele llegar a obsesionarse con la compra de que éstos sean solo educativos. Sin embargo, varios estudios sobre el aprendizaje en la infancia, sumado a mis años de enseñar y acompañar la educación infantil sustentan “que cualquier objeto que sirva al desarrollo de las capacidades cognitivas, educa”; son oportunidades para jugar, explorar y socializar. El juguete educativo, o un objeto corriente, producirá el mismo efecto. Porque a menudo triunfa lo más simple, el potencial de los objetos más cotidianos junto a la imaginación infantil hace del mismo, el juguete más valioso.  Objetos sin estructura definida,  favorecen la libertad de acción, la creatividad junto con imaginación, como la clásica caja de cartón, un rollo de papel o una cuchara….

Debido a esto, un buen juguete no es necesariamente el que el mercado dice, sino que es aquel con capacidad para seducir al niño para incorporarlo a sus actividades.

Cada juguete es una pieza que junto a otras, arma nuestra infancia. Permiten descubrir  la existencia de diferentes formas, colores, tamaños, texturas; las funciones de los objetos que le rodean, comprendiendo para qué se utiliza cada uno.

Es así como mediante los juguetes pueden expresar lo que piensan, sienten o quieren hacer potenciando la comunicación y muy especialmente ayudan a lidiar con los problemas de la vida cotidiana, facilitando la resolución de conflictos, ya que el niño modela a través del juego tanto sus preocupaciones como las posibles soluciones. Se necesario resaltar la importancia sustancial que tiene la observación de un niño al jugar, allí nos está manifestando su sentir.

 

 

Por consiguiente, elegir juguetes que reúnan a niñas y niños cooperando y compartiendo espacios, tanto públicos como domésticos, les enseñarás a construir un mundo más libre e igualitario.

A pesar de que los juguetes de hoy día parecen ser diferentes a los de antaño, el propósito de los juguetes siempre ha sido el mismo: llevar alegría, placer, y crear oportunidades para incrementar el aprendizaje y el desarrollo.

Entonces…vinculando lo desarrollado, ¿cuál será el secreto que esconde un juguete?, o ¿qué secreto todavía tienen las infancias que necesita un juguete para desarrollarse?

 

 

 

Por SILVIA TASSI – Profesora de Nivel Inicial

 

“LO HARÍA SI PUDIESE, PERO NO PUEDO”

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Un hombre de un poco más de cuarenta años vino a su primera consulta. A mi pregunta: “¿En qué lo puedo ayudar?”, respondió: “Estoy empantanado, sé que debería pensar de otra manera mis cosas para poder salir de este estado que me paraliza, pero no sé por qué continuo haciendo las mismas cosas”. Hizo una pausa, lo noté agitado, tenso; respeté su pausa y su silencio, luego me dijo: “Debería ser capaz de hacer algo, pero no puedo”. Le pregunté si el estado de angustia que lo perturbaba en ese momento lo sentía en alguna parte del cuerpo; me respondió: “Siento una fuerte presión en mi pecho que me dificulta respirar”. Le propongo que haga foco en su pecho acongojado; a continuación mediante la práctica integradora de Focusing-EMDR le surge un recuerdo de la infancia donde se veía paralizado por el miedo y la impotencia en el recreo de la escuela siendo humillado ante los demás por un chico mayor que él. ¿Cuántos de nosotros recuerda haber sido humillado en la escuela primaria? En mi infancia me pasó algo similar, sin embargo, el escudo protector de mi amada maestra me protegió de las negatividades físicas y emocionales del trauma; mientras acariciaba tiernamente mi cabeza, me decía: “Nada grave ha pasado”. Este suceso se integró en su totalidad en el resto de las redes de mi memoria sin dejarme secuelas que pongan palos en la rueda de mi vida. ¿Por qué a uno les afecta algo de manera duradera quedando alojado y oculto en el  subconsciente emocional como una isla y a otros les ha pasado lo mismo pero no les impactó negativamente a lo largo del tiempo? Probablemente tuviste experiencias infantiles tempranas que sentaron las bases lo suficientemente positivas como para que no te vieras afectado de modo duradero. Suele suceder que justo después de una situación tensa y angustiosa  se abre una oportunidad para que se establezca un enlace positivo que hace que el evento recorra todo el circuito neuronal sin interrupciones traumáticas y la emoción sufriente cargada por la situación se desactiva y sólo queda como un recuerdo sin importancia. También puede ocurrir que un hecho nos tome por sorpresa en un momento de nuestra infancia en el que tenemos problemas de salud, estamos padeciendo una enfermedad de las tantas que nos afectan en esa etapa o vivimos situaciones estresantes en nuestro hogar y las sufrimos en silencio desbordando nuestro sistema normal de procesamiento cerebral porque en ese momento estamos vulnerables. Vos no pediste tener esta experiencia perturbadora archivada negativamente en el hemisferio derecho de tu cerebro cuando eras un niño, ni pediste los efectos negativos que se prolongaron a lo largo de los años y que se actualizan en situaciones de adulto, entonces ocurre que cuando debes decir: “Acá estoy yo”, “éste soy yo”, no podes porque un mecanismo de freno interno te paraliza. Ser humillado es ser apartado del grupo de pertenencia, entonces nos atrapa el desamparo y éste es equivalente a no vivir, ya que la exclusión es sinónimo de desamparo potencial al cortarse en ese momento el lazo social. Muchas experiencias se conectan con ese miedo donde no hay lugar para la vida: el miedo a no ser amado, a no ser querido, a no ser aceptado; esas ideas y sentimientos nos colocan fuera del cobijo protector de la vida. ¿Los adultos estamos protegidos de esos miedos? Todos esos miedos surgen posteriormente de forma automática dejando archivada en la región límbico-emocional una experiencia sufriente que no ha cicatrizado y vuelve repetidamente en la vida adulta bajo la forma de crisis de angustia, pánico y otros padecimientos y te preguntás ¿qué es lo que me pasa,  porqué  eso habita en mí como algo extranjero y me controla?. Esa es la forma en que las experiencias traumáticas  pueden almacenarse haciéndose presente con efectos corporales dolorosos y negativos. “Oh mi cuerpo, mi amigo y compañero/el mayor traidor que he conocido en mi vida”, reza una prosa.  ¿Está todo relacionado con lo que nos ocurrió en la infancia? No. Hay sucesos que nos lastiman en cualquier momento de nuestra vida; pueden haber ocurrido incluso hace poco tiempo en nuestra adultez. Es importante destacar que si bien los recuerdos no procesados existen y suelen ser la base de estados negativos en la vida adulta, eso no es todo lo que somos: podes quitarle la carga negativa a esos recuerdos y entonces se transforman experiencias de aprendizaje de modo que la emociones y sensaciones físicas perturbadoras desaparezcan de las redes de la memoria. Cuando hablo de procesamiento quiero decir que ciertos estados de angustia, ansiedad y estrés pueden enlazarse en las redes de tu memoria con ideas y sentimientos positivos y ser cicatrizantes. Nunca es demasiado tarde. Una paciente me dijo: “He decidido vivir para mí, hasta ahora he vivido para los demás, ¿Y yo para cuándo?”. El método Focusing-EMDR ayuda a recorrer todo el circuito de la memoria que abarca un hecho traumático limpiándole la angustia y los efectos corporales negativos. En nuestro cerebro se encuentra el libro de la vida, abrilo, recorrelo, atesoralo. Un antiguo proverbio dice: “Aunque no puedas disipar la oscuridad, sí puedes encender la luz”.

 

Por RAÚL LEANI

«LOS RECUERDOS ¿SON TAN FIELES COMO CREEMOS?», por JIMENA MESTRE

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POTENCIAL MENTE

LOS RECUERDOS ¿SON TAN FIELES COMO CREEMOS?

“El que no tiene memoria se hace una de papel” , dice el gran Gabriel García Márquez. Creo que, como metáfora, es una gran síntesis del tema que hablaremos hoy: cómo “funciona” la memoria.

Constantemente la memoria a corto plazo registra la información de lo que está pasando en nuestras vidas. La mayoría de estos datos “se evapora”, es decir, se pierde, no se almacena porque nuestro cerebro la considera irrelevante. ¡No podríamos recordar cada instante de nuestra vida al detalle!

Sin embargo, otros recuerdos sufren un proceso llamado consolidación: se los guarda en la memoria a largo plazo y permanecen latentes hasta que son evocados nuevamente.

Hasta hace poco se creía que la consolidación de la memoria ocurría la primera vez que se archivaba un recuerdo y que los recuerdos originales se mantenían inmutables y no podían ser alterados.

Sin embargo, hoy se sabe que la memoria de largo plazo no se consolida en forma permanente. Cuando un hecho pasado es evocado es susceptible de modificaciones: con la información actual, el recuerdo puede ser alterado / cambiado / modificado (voluntaria e involuntariamente) y luego archivado otra vez, de un modo diferente.

Este proceso de reconsolidación de la memoria puede jugarnos malas pasadas. Un ejemplo un poco extremo: hay casos de condenas injustas a personas que no fueron los agresores en ciertos delitos, como muestra el documental de Netflix “La mente en pocas palabras”, en el capítulo 1.

Pero también, afortunadamente, podemos emplear esta “propiedad” de la memoria a nuestro favor. Como terapeuta formada específicamente en técnicas basadas en las neurociencias, acompaño al paciente a tratar sus recuerdos traumáticos, de modo tal que puedan ser archivados en la memoria nuevamente, pero esta vez de forma neutra (o lo más cercano posible), con una función adaptativa o realista.  De esta manera, pasan a ser menos dolorosos, y empiezan a localizarse en el pasado, tanto desde lo emocional como lo racional, afectando menos o nada el presente de la persona.

Así que sí, “Gabo” tenía razón: la memoria un poco es y un poco la reconstruimos, armamos, modificamos. Ciertos detalles cambian, pero la estructura central del recuerdo suele mantenerse. Aprovechemos la plasticidad del cerebro usándola para nuestro bien, enfocándonos en nuestros recursos y potencialidades…

 

Por JIMENA MESTRE 

Lic. en Psicología – Mat. 8309

Tel: (03464) 15691491

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